THE PLAY—for which Briony had designed the posters, programs and tickets, constructed the sales booth out of a folding screen tipped on its side, and lined the collection box in red crêpe paper—was written by her in a two-day tempest of composition, causing her to miss a breakfast and a lunch. When the preparations were complete, she had nothing to do but contemplate her finished draft and wait for the appearance of her cousins from the distant north. There would be time for only one day of rehearsal before her brother arrived. At some moments chilling, at others desperately sad, the play told a tale of the heart whose message, conveyed in a rhyming prologue, was that love which did not build a foundation on good sense was doomed. The reckless passion of the heroine, Arabella, for a wicked foreign count is punished by ill fortune when she contracts cholera during an impetuous dash toward a seaside town with her intended. Deserted by him and nearly everybody else, bed-bound in a garret, she discovers in herself a sense of humor. Fortune presents her a second chance in the form of an impoverished doctor—in fact, a prince in disguise who has elected to work among the needy. Healed by him, Arabella chooses judiciously this time, and is rewarded by reconciliation with her family and a wedding with the medical prince on “a windy sunlit day in spring."
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Briony escribió la obra —para la que ella misma había diseñado los carteles, los programas y las entradas, construido la taquilla con una cartulina doblada por un lado, y forrado la caja de recaudación con papel crepé rojo— en una tormenta compositiva que duró dos días y que le hizo saltarse un desayuno y un almuerzo. Cuando los preparativos hubieron terminado, no le quedó nada más por hacer que contemplar el borrador acabado y aguardar la aparición de sus primos del lejano norte. Sólo habría un día para ensayar antes de que llegara su hermano. Por momentos gélida, a ratos tristísima, la obra refería la historia de un alma cuyo mensaje, transmitido en un prólogo en verso, era que el amor que no asentaba sus cimientos en la sensatez estaba condenado. La temeraria pasión de la heroína, Arabella, por un malvado conde extranjero es castigada con el infortunio cuando ella contrae el cólera durante un avance impetuoso hacia una ciudad costera con su prometido. Abandonada por él y por casi todo el mundo, postrada en cama en una buhardilla, descubre que posee sentido del humor. La fortuna le ofrece una segunda oportunidad en forma de médico empobrecido: en verdad, se trata de un príncipe disfrazado que ha elegido ocuparse de los necesitados. Curada por él, esta vez Arabella elige sensatamente y obtiene la recompensa de la reconciliación con su familia y una boda con el príncipe médico, «un día ventoso y soleado de primavera».
[Cap.1, p.13, Anagrama]